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Como en todo ser vivo, las primeras etapas de vida de cualquier animal son especialmente trascendentales para su posterior evolución, por lo que es fundamental que se preste mucha atención a su alimentación.

Se trata de una fase de grandes y rápidos cambios físicos a los que se corresponden necesidades alimentarias muy concretas, que deben cumplirse para que el cachorro se mantenga siempre en su peso óptimo y mantenga una buena relación entre consumo energético y abastecimiento nutricional y vitamínico.



Fases de crecimiento de un cachorro:

Tres son las etapas por las que pasa un perro durante su etapa de cachorro, y a las tres se corresponden determinadas características alimenticias que describimos brevemente a continuación.

Lactación:

Desde el nacimiento hasta las 6 semanas. Periodo en que el animal se alimenta exclusivamente de leche materna o, en su defecto, de artificial (en caso de que los cachorros sean huérfanos o la leche de la madre insuficiente o de mala calidad, y no se disponga de otra nodriza). Durante la primera semana lo normal es que se alimente con frecuencia (entre ocho y doce veces al día) y que luego vaya rebajando el ritmo (hasta las tres o cuatro); y no hay que olvidar que conviene evitar la leche de otros animales.

Destete:

Entre la 6ª y 8ª semana. Periodo en que se debe inculcar la ingesta de alimentos sólidos de forma progresiva.. Lo correcto es empezar a darle una papilla especialmente elaborada. Lo ideal es que sea carne picada mezclada con agua, sin quitarle su principal alimento que aún será le leche materna.

Postdestete:

De la 8ª semana al año de vida. Aquí la dieta debe estar bien estudiada, de manera que cumpla con las exigencias físicas del animal. Se trata de un periodo de crecimiento muy rápido que debe ser correspondido con un aumento de peso constante (sin pasarse de la ralla para evitar malformaciones u obesidades), mediante un abastecimiento de valores nutricionales y vitamínicos variables en función de tamaño, raza, actividad, e incluso temperatura ambiental entre otros factores.



Principales nutrientes:

Proteínas:
Estas proteínas deben ser de calidad y altamente digestibles. El porcentaje real de proteínas de la dieta no es tan importante como el equilibrio en la relación proteína/energía.

La proporción mínima de energía que las proteínas deben aportar en la dieta para un perro en crecimiento es de aproximadamente el 22% de Kcal de la energía metabolizable (EM), el mínimo para los gatos en crecimiento es de 26,25%. Además, constituyen una de las principales fuentes energéticas para el animal.

Grasa:
Otra fuente importante de energía, que además sirve para el buen funcionamiento de las papilas gustativas; la grasa otorga también vitaminas (A, D, E, K) y ácidos grasos esenciales, uno de los cuales (el DHA) supone además un importante componente estructural para el cerebro al intervenir en el desarrollo neuronal y de la retina. Por supuesto, hay que tener cuidado con la cantidad para no provocar obesidad.

Minerales:
Hay muchos minerales importantes para un cachorro: yodo, cobre, zinc… y dos de relevancia, el calcio y el fósforo, con los que debemos estar bien atentos. No se debe exceder nunca de la cantidad máxima establecida (inversamente proporcional a tamaño y edad) puesto que de lo contrario se podría incurrir en malformaciones del esqueleto. En una dieta equilibrada no hay que añadir suplementos.

Vitaminas:
En este apartado, cachorros y adultos no difieren demasiado en sus necesidades, por lo que no es necesario que una dieta a base de pienso comercial se vea complementada con nada en especial (y, de hecho, una sobredosis puede llegar a ser perjudicial).

Energía:
Energía y nutrientes van estrechamente ligados, especialmente en los primeros compases de vida de un perro. Cada animal es un mundo, por lo que para saber qué niveles de energía diarios requiere uno en concreto (ya sean metabolizables o en reposo) se debería consultar con un profesional. Y es que hay que tener en cuenta, una vez más, que se debe apuntar al crecimiento óptimo, que no el máximo, ante el riesgo de excederse y provocar daños.


La sobrealimentación

Es importante evitar la sobrealimentación. Una discreta sobrealimentación durante el crecimiento conduce a una aceleración de la tasa de crecimiento y puede predisponer al animal a la obesidad en estadíos más tardíos de su vida. Cuando se produce obesidad en un animal joven, se aumenta tanto el número como el tamaño de las células grasas del cuerpo.

Este alto número de adipocitos (células almacenadoras de grasa) produce un porcentaje más elevado de grasa corporal. Así un animal con hiperplasia de células grasas produce un porcentaje más elevado de grasa corporal total que un animal que pese aproximadamente lo mismo pero que tenga un número normal de células grasas.

Además el crecimiento superfluo del número de células grasas durante el periodo de crecimiento produce un estímulo a largo plazo para ganar un peso excesivo en forma de exceso de adipositos que requieren llenarse de grasa, produciéndose una predisposición a la obesidad en la edad adulta y dificultad para perder peso cuando ésta se haya producido.

La segunda razón por la que no es aconsejable la sobrealimentación en la etapa de crecimiento, es que, en razas grandes y gigantes de perros, una tasa de crecimiento elevada puede conducir al desarrollo de ciertas anomalías esqueléticas. Entre las enfermedades esqueléticas de desarrollo frecuente en los perros jóvenes se incluye la osteodistrofia hipertrófica, osteocondrosis y la displasia de cadera.

Por el contrario, está demostrado que los perros alimentados durante el crecimiento con niveles algo restringidos de una dieta bien equilibrada no sufren ninguna alteración del desarrollo de su tamaño corporal final. Animales con tasas de crecimiento algo más lentas, llegarán a su tamaño adulto normal, aunque en una época más tardía.

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