Sirve para el control de patógenos, apoyo al sistema inmune y producción de vitaminas y ácidos grasos de cadena corta.
En el intestino delgado se concentra el 70 a 80% de los linfocitos T, B y Plasmocitos del organismo. La formidable relación entre el sistema inmune innato y adaptativo permite un fino proceso de inmunomodulación. Hay una verdadera barrera, que es la integridad de la barrera epitelial, donde las células epiteliales adyacentes poseen diversos tipos de uniones. Citocinas pro inflamatorias (IFNγ – TNFα) relajan estas uniones y aumentan la permeabilidad, mientras que citocinas antiinflamatorias (IL10 – TGFβ) las incrementan y disminuyen la permeabilidad intestinal.
En los últimos años se han publicado interesantes trabajos científicos donde se analiza la composición de la biodiversidad de la microbiota y la ocurrencia de enfermedades. Hay una serie de ocurrencia de alergias e intolerancias alimentarias dada la calidad del alimento, algunas mediadas por IgE (Atopías, Asma, Gastroenteritis eosinofílicas) y otras no mediadas por IgE (enteritis, colitis y enterocolitis inducidas por proteínas).
Los microbiomas intestinales son modificables: Numerosos estudios han demostrado que los grupos de bacterias intestinales (microbiomas) están determinados a largo plazo por las dietas. Juegan un rol importante en la prevención del desarrollo de enfermedades crónicas asociadas a la dieta como la obesidad, síndrome metabólico, enfermedades inflamatorias, alteraciones del comportamiento, ciertos tipos de cáncer y muchas otras alteraciones y enfermedades.
La dieta alta en azúcares (en carnívoros -en maíz, avena, arroz, trigo y leguminosas-) puede alterar rápidamente el microbioma en los intestinos, alterando la composición y actividad de la flora bacteriana intestinal.
Los científicos están empezando a analizar esta relación pero lo que tienen claro, sin ningún tipo de duda, es que existe el eje del intestino. También han demostrado las diferencias que hay entre bacterias en perros sanos y felices con respecto a perros expuestos a diversos tipos de estrés, como la separación prematura de la madre, el estrés social y la restricción prolongada. En los humanos, también existen diferencias en las bacterias intestinales en las personas que sufren de depresión en comparación con las que no lo hacen.